LA HISTORIA Y EL RETO DE LA REVALORACIÓN DE LA CERÁMICA DE CCACCASIRI
Lic. Percy J. Huamaní Cárdenas (visiondepercy@hotmail.com)
Se dice que la cerámica es uno de los elementos más duraderos de la cultura material, el cual constituye el nexo más cabal entre el hombre y la historia, entre el pensamiento y la acción. Asimismo la cerámica, al igual que todo producto humano, está condicionada por factores y patrones culturales. La tradición ejerce un peso gravitante sobre ella, de ahí que, más allá de una metáfora, puede afirmarse que en la cerámica han quedado fosilizados la conducta, el pensamiento y la actitud social de un grupo, vigentes en un momento definido de su historia.
Harry Tschopik Jr. define que en el Perú la cerámica constituye una de las más importantes producciones artesanales de vieja tradición. A lo largo de casi 4 mil años ha sido el elemento más significativo para conocer los cambios culturales operados en la región centro andina.
Rogger Ravines, describe que Ccaccasiri y Huaylacucho gozan de tradición alfarera que datan de tiempos prehispánicos, al menos desde el siglo XVII, el cual aparece mencionado en diversos documentos coloniales (“Memorias de Virreyes” o “Relaciones Geográficas”, “La de otros tiempos nombrada la Villa Rica de Oropesa” y otros), donde se le atribuye que en estos lugares se labraba las vasijas de barro vidriado que servía para la extracción del Azogue. Respecto al proceso de la alfarería prehistórica de la cuenca del Rio Ichu, principalmente de Yachacmarca, Huiñac y Ranrapata (Asentamiento Cultural del periodo intermedio tardío de quienes son descendientes los Ccaccasirinos) determina que tanto la técnica como la producción misma tienen semejanza cercanas en ambos periodos históricos durante 400 años; las técnicas de manufactura y ornamentación son igualmente supervivencias precolombinas, concluyendo que en la historia de la alfarería de Ccaccasiri y sus cambios estilísticos pueden trazarse sin ninguna dificultad a partir del horizonte tardío. En suma todo esto sugiere que la tecnología alfarera de la zona centro andina ha sido la actividad cultural menos sujeta a cambios, siendo por el contrario sus patrones decorativos más inestables; inestabilidad que, al parecer estuvo estrechamente vinculada a las profundas transformaciones sociales y religiosas que experimentó esta zona a partir de su conquista por los Incas.
Al revisar más fuentes bibliográficas como de Roberto Villegas en “La apreciación general de la cerámica peruana”, describe que en el Distrito de Acoria de departamento de Huancavelica había tres poblaciones de ceramistas: Huaylacucho, Ccaccasiri y la parcialidad de Totorapampa; y describe que los objetos que realizaban eran usados en todo el departamento de Huancavelica y parte de Ayacucho, su comercialización era por trueque.
Al centrarnos en la historia de la cerámica de Ccaccasiri debemos conocer que las subsistencia básica del campesino Ccaccasirino era el maíz, que no cultiva; sin embargo, la actividad vital y principal era la alfarería, a la cual se dedicaba el integro de la población, sin embargo los alfareros eran además labradores y agricultores ocasionales debido, principalmente, a que no trabajan el barro todo el año, condicionadas por el clima, ya que su producción se realiza siempre al aire libre; y sus productos (Cerámica) eran sumamente apreciados por su “calidad y dureza en todo el departamento de Huancavelica y parte de Ayacucho”, y por ello eran conocidos como los “manca llutis”(Hacedores de Olla de Barro.) El área de distribución de la cerámica de
Ccaccasiri tenía una dispersión más amplia a los demás comunidades alfareras, donde la venta de los utensilios eran adquiridos principalmente por los comerciantes de Acoria en el centro mismo de fabricación a precios sumamente bajos, para luego venderlos en Acoria y demás localidades, asimismo también eran adquiridos por los pobladores de los pueblos vecinos los cuales intercambiaban por sus productos propios (Trueque): artículos de primera necesidad, maíz, arvejas, sal, pieles secas, o lana de oveja. Algunos comerciantes por la alta demanda de estos productos encargaban a los alfareros para que elaboren un determinado número y tipo de utensilios: ollas “mancas”; tostadoras “camcha callana”; cantaros “puyñu”, “urpo”, “tomin”, “purunccu”; jarras; tazas; vasos; platos; tinajas “magma”; cocina “tullpa”; poncheras “acja churana”; entre otros, a un precio estipulado o mediante un sistema de crédito, en el cual el alfarero recibía como un adelanto por su trabajo.


Según la UNESCO, la importancia del patrimonio cultural inmaterial no está en la manifestación cultural en sí, sino en el acervo de conocimientos y técnicas que se transmiten de generación en generación. Este patrimonio infunde un sentimiento de identidad y continuidad que contribuye a promover el respeto de la diversidad cultural y creatividad humana frente a la creciente globalización.
Lo que no se debe olvidar nunca es que la cultura es identidad, y por tanto es orgullo de nuestro pueblo y país; en esta globalización o aldea global debemos ser ciudadanos del mundo pero con identidad.